Viene de la primera parte de la entrada
Interactividad y multimedia
Con el uso masivo de las redes sociales, esta calidad ha tomado una preponderancia indiscutible. El porcentaje más alto de inserciones no textuales en los “comments” de Facebook se basa en inserciones de referencias a aquellas plataformas. De hecho, Spotify se ha insertado en FB como aplicación satélite. Myspace incluía reproductor de audio en sus elementos prefigurados de paginación. La capacidad de la música como identificador-transferente y su alto grado de significación en un planeta con referentes cada día más homogéneos la convierten en un vehículo directo y de fácil comprensión. Incluso sobre barreras lingüísticas o culturales. Es, sin duda, un identificador de primer orden.
Es fácil establecer vínculos instantáneos con los otros –por lejanos que estén- en base a un elemento tan profundamente asociado a las propias vivencias, tan interiorizado y con tantas ramificaciones llenas de concomitancias. Genera inmediatamente identidades grupales por medio de sus múltiples resonancias a etapas vitales, políticas, anecdóticas, de estados de ánimo… No entraremos aquí en lo que concierne a la generación de bases de datos a partir de estas elecciones.
Mirando hacia adelante
Las páginas de artistas plásticos recurren con frecuencia a materiales de audio de mayor o menor grado de abstracción con el objetivo de reforzar o complementar la obra-mensaje que exponen. Las bibliotecas virtuales complementan el material gráfico con lecturas de piezas literarias en audio real. Los medios de comunicación y la comunidad educativa tienen en el “podcast” uno sus ingredientes más demandados. Los museos incluyen músicas o paisajes sonoros que ilustran sus muestras, invitan a la inmersión o encauzan la atención de los visitantes-espectadores.
Lo expuesto hasta aquí tan sólo pretende presentar un campo de debate sobre el cual elaborar un diagnóstico y, a partir de él, una estrategia: ¿podemos todavía seguir elaborando páginas “mudas”? ¿en qué circunstancias o según qué objetivos? ¿es adecuado ignorar todas las potencialidades del audio, sea éste musical o no?. Si la publicidad hace un uso tan evidente de estos elementos ¿cómo los obviamos en una web? ¿acaso ésta, como aquella, no establece ciertas designaciones previas de “target”? Si los hipermercados usan los “tempi” para condicionar la velocidad de compra de sus clientes ¿no es la estancia del internauta en nuestro site uno de nuestros objetivos? ¿No queremos provocar que nuestros visitantes la “compartan” –en el más puro “Facebook sense”-, que sientan deseos de divulgar nuestra página? Los consumidores de Internet ya están demandando claridad, rapidez y desarrollos de alta calidad en los que la información les sea presentada en entornos interactivos e interdisciplinares…
Si resolvemos algunas de estas preguntas estaremos tal vez esbozando parte de lo que va a ser la próxima generación de navegadores en la Red y perfilando la forma en que deberíamos presentar nuestros productos en un ciberespacio saturado de carga meramente textual.
José A. Bornay. Compositor y ensayista. Colaborador de Taller Digital. Co-autor del libro Convierte tu PC en un estudio (Anaya Multimedia).
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